‘Amor por amor’ es el título de la quinta y última parte de la encíclica Dilexit Nos. En la Solemnidad de Cristo Rey finalizo con esta carta las tres que he dedicado a la encíclica del papa Francisco. Partiendo de las experiencias espirituales de Santa Margarita María Alacoque, el Santo Padre se detiene en ese dolor que expresa Jesús, cuando ante tanto amor por nosotros recibe en cambio respuestas de frialdad, repulsas, ingratitudes y desprecios. Jesús muestra que a su Corazón no le es indiferente nuestra respuesta ante su deseo de ser amado. La caridad de Cristo es una fuerte llamada que «nos incita a devolverle amor por amor» (León XIII).
Para devolver amor por amor la Palabra de Dios nos interpela: «quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn 4,20). La mejor respuesta al amor de su Corazón y a su sed de amor, es el amor a los hermanos. Cristo se identifica con los pequeños: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Y esta identificación como recuerda el papa Francisco, aporta un principio de novedad en el curso de la historia: «Jesús aportó la gran novedad del reconocimiento de la dignidad de toda persona, y también, y sobre todo, de aquellas personas que eran calificadas de “indignas”. Este nuevo principio de la historia humana, por el que el ser humano es más “digno” de respeto y amor cuanto más débil, miserable y sufriente, hasta el punto de perder la propia “figura” humana, ha cambiado la faz del mundo, dando lugar a instituciones que se ocupan de personas en condiciones inhumanas: los neonatos abandonados, los huérfanos, los ancianos en soledad, los enfermos mentales, personas con enfermedades incurables o graves malformaciones y aquellos que viven en la calle». (Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Declaración Dignitas infinita (2 abril 2024), nº 19).
En la historia de la espiritualidad cristiana encontramos esa unión entre la devoción al Corazón de Jesús y el compromiso con los hermanos. Del costado abierto de Cristo mana un inmenso manantial para que seamos fuente para los demás, canales de agua viva. Hay una relación entre fraternidad y mística cuando deseamos llevar el amor de Jesús entre los más pobres y olvidados. De este modo, irradiamos la expresión “amor por amor”.
San Juan Pablo II nos ofrece «la verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador» que es la de construir la civilización del amor, el reino del Corazón de Cristo: «unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo»; también el papa Francisco afirma sobre la reparación: “se nos llama a construir una nueva civilización del amor. Eso es reparar como lo espera de nosotros el Corazón de Cristo. En medio del desastre que ha dejado el mal, el Corazón de Cristo ha querido necesitar nuestra colaboración para reconstruir el bien y la belleza.”
El papa Francisco nos propone: “Hablar de Cristo, con el testimonio o la palabra, de tal manera que los demás no tengan que hacer un gran esfuerzo para quererlo, ese es el mayor deseo de un misionero de alma. No hay proselitismo en esta dinámica de amor, son las palabras del enamorado que no molestan, que no imponen, que no obligan, sólo mueven a los otros a preguntarse cómo es posible tal amor. Con el máximo respeto ante la libertad y la dignidad del otro, el enamorado sencillamente espera que le permitan narrar esa amistad que le llena la vida. Cristo te pide que, sin descuidar la prudencia y el respeto, no tengas vergüenza de reconocer tu amistad con él. Te pide que te atrevas a contar a los otros que te hace bien haberlo encontrado”. En la solemnidad de Cristo Rey abrámosle nuestro corazón de discípulos misioneros «para construir la civilización del amor».
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla